Cuando el amor es todo lo que tienes, ¿es suficiente?
Por Marco Vélez Esquivia
Sábado Oscuro nace de una idea muy personal. Mi pareja y yo rescatamos a nuestro perrito hace unos años atrás y a los meses encontramos que estaba muy enfermo y que requería una cirugía bastante complicada y con un alto riesgo de mortalidad. Ese día de su cirugía estuvimos allí esperando desde las nueve y treinta de la mañana hasta que salió de cirugía a las siete de la noche. Fue un día bastante largo y fue un día bastante emocional. Y aunque mi pareja y yo no vivimos lo que los personajes de la película viven, si fue un día que teníamos las emociones a un centímetro de la superficie de nuestra piel.
Aunque todo salió muy bien ese día, quedé muy intrigado con esos sentimientos que vivimos. Para ese entonces todavía no había hecho mi primera película pero puse la idea en uno de mis cuadernos que siempre cargo y lo dejé para más adelante. Todavía no estaba preparado para explorar esos sentimientos y sentía que no tenía la experiencia haciendo cine para hacer la película que quería hacer. La ambición de la película era engañosamente simple: contar una historia de dos personajes –de una mujer y de un hombre– de una relación sin las artimañas cinematográficas para esconderte detrás de un género bien marcado que nos ayudara a contar la historia.
Sábado Oscuro tenía la misión de hacer preguntas sobre el significado de la vida y la muerte, de las complejidades de las relaciones, del libre albedrío, los sueños y la realidad. A través de esta película quería plantear tales preguntas y permitir que Isabel y Miguel tuvieran una voz al intentar responderlas. Quería poner ante vos a dos adultos jóvenes que hablan las verdades de su tiempo en un esfuerzo por tocarse el uno al otro, y de crecer juntos en el transcurso de un día.
Después de hacer mis otras cinco películas, allí sí comencé a trabajar en la idea. Ya que muchas de mis otras películas son arraigadas en géneros convencionales como lo son la comedia romántica, el thriller y el suspenso, quería hacer una película que estuviera bien estructurada pero que a la vez pudiéramos explorar la improvisación y que los actores tuvieran sus emociones al igual que yo las tuve, a un centímetro de la superficie de sus pieles.
Con este enfoque tan específico quería captar una serie de conversaciones, a veces interesante, a veces exasperantes pero impresionantemente fiel a los ritmos y modismos del habla real. Esto significaba un reto porque eso hace que sus conversaciones constituyan casi toda la acción de la película haciendo que sin duda las palabras fueran incidentalmente, o superficialmente, de lo que se trata la película. Las palabras representarían el intento por parte de nosotros, los creadores de esta película, de controlar el flujo de la experiencia de ver la película, de encontrar el significado y de mantener a que no salga a flote una ansiedad terrible e indescriptible.
Ante esta monumental tarea decidí invitar a hacer jazz a la guionista Juliana Ospina Álvarez con la cual ya había trabajado en un par de proyectos anteriores de largometraje y una serie de televisión, y sentía que necesitaba una voz femenina fuerte y experimentada que me hiciera contrapeso en el guión.
Para terminar el cuarteto invité al jamming a Ana Isabel Castillo y a David Moncada Varela, dos actores con los que he trabajado desde hace ya varios años y con los que tengo una relación de mucha confianza, de respeto y admiración. Los invité a un café y les expliqué lo que viví, lo que sentí y lo que quería lograr con la película. Les hablé que quería que habitaran sus personajes con tal convicción, que el desafío y la originalidad de la película fueran fáciles de pasar por alto por parte de la audiencia porque quería que fuera sencillo que se distrajeran con sus propios sentimientos acerca de Miguel e Isabel, quienes sus conversaciones podrían desesperar a la audiencia de la misma manera como lo harían uno para la otra.
A partir de allí nos sentamos tres días seguidos a trabajar en los personajes y en la estructura general de la historia. Seguimos trabajando por varios meses más virtualmente realizando fichas de personajes y una ficha de la evolución de su relación. Con toda esa información, Juliana comenzó a escribir un guión que tenía elementos de diálogos pero al final sabíamos que eran una guía para ellos, los actores.
Junto a ese guión que fuimos retroalimentando todos, Ana y David empezaron un proceso de creación de personajes con procesos individuales pero a la vez de creación de su relación. Empezaron a tener encuentros reales entre sus personajes, entre Isabel y Miguel, en diferentes espacios de la ciudad, construyendo así de forma muy verdadera experiencias en común, creando elementos significativos y un sinnúmero de detalles que harían única la relación de estos personajes creando así una cantidad enorme de detalle que el guión nunca podría realmente crear.
Eso es parte de la genialidad y la integridad de esta película. Me es difícil pensar en un par de amantes en la historia reciente cinematográfica que gasten menos esfuerzo tratando de simpatizar y tratando de encantar a la audiencia. Toda su atención se centra en ellos, con el resto de nosotros como testigos íntimos, riendo, avergonzándonos, y a veces, llorando mientras pasan de la evasiva tímida a la honestidad viciosa y viceversa.
En su libro Sí acepto y no acepto: una historia del matrimonio en las películas, la estudiosa del cine Jeanine Basinger rastrea la historia del género escurridizo de las películas sobre matrimonios, un género del cine quizás mítico, que trata de dramatizar una de las relaciones humanas más comunes y misteriosas. En el cine moderno ella escribió: «las historias sobre el matrimonio se volvieron cada vez menos dramáticas, desacelerándose hasta convertirse en un movimiento casi de cinéma-verité hacia el realismo, sin solución ni explicación, y ciertamente sin explicación de lo que mantenía unida a una pareja».
Aunque Isabel y Miguel no están casados, Sábado Oscuro se ajusta a esta descripción casi exactamente, lo que quiere decir que está en sintonía con la naturaleza frágil y defectuosa de su vínculo. A través de momentos y de elementos de su pasado, los conocemos pero al mismo tiempo no sabemos, de un momento a otro, cuál será el futuro de ellos, o qué es lo que los mantiene en pie. Ese tipo de incertidumbre, el cual es un hecho aterrador de la vida, es algo que la mayoría de las películas evitan. Preferimos el pensamiento mágico de finales limpios, de tramas ordenadas y de arcos de personajes claros. Me gusta pensar que Sábado Oscuro es una maravillosa paradoja: una película apasionadamente comprometida con el ideal de la imperfección que es en sí misma muy cercana a la perfección.
Es por esto que la película la siento muy especial. No quiere decir que las otras películas que he dirigido no lo sean, pero esta se siente muy diferente. Y aunque la idea nació de algo muy personal, es sin duda una autoficción de cuatro personas que le pusimos toda la energía, sentimientos, vivencias pasadas para poder llenar este universo que es Sábado Oscuro.
Con esta película quise explorar lo que nuestra generación vive en todas las relaciones. Todos entramos a una relación con expectativas y sueños que queremos lograr tanto personalmente como dentro de la pareja, pero la vida comienza a darnos una rutina y el diferente éxito laboral de cada uno comienza a afectar las dinámicas de las personas dentro de esa relación amorosa.
Estuve interesado en explorar ese subtexto y obligar a nuestros personajes a que tuvieran que verbalizar lo que sienten, las presiones dentro de su género, de lo que la sociedad y su entorno esperan de ellos. Mi mayor objetivo con la película es que la audiencia se sienta identificada con los personajes, que ellos se vean reflejados en ellos, así ellos no sean actores o tengan una carrera laboral como la de ellos, pero si sienten lo mismo que ellos sienten. Que el público tenga las mismas inseguridades y ansiedades que Isabel y Miguel sienten. Porque todos queremos que nuestra pareja, no solamente nos ame, pero sintamos que nos admiran, nos respetan… Nos validan.
Sábado Oscuro nos lleva a través de una amplia gama de emociones, desde la ira hasta la reflexión tranquila, mientras dos personas intentan entender por qué si se aman es tan difícil estar juntos. Es una película que quiero que las espectadoras y los espectadores tengan sus emociones a un centímetro de sus pieles.