Diseñar un esquema de vestuario para una película improvisada
Por Greecce Valencia García (Diseñadora de Vestuario)
Como era de esperarse, en la antesala de recibir el guion, Marco Vélez Esquivia, el director, ya nos había dejado entrever que nos íbamos a aventurar en una nueva vaca loca. No me sorprendió en demasía puesto que todas las películas que hemos hecho hasta el momento han requerido un poco de locura para poder desarrollarse. Sin embargo, Sábado Oscuro llegó como un golpe a las entrañas puesto que tocaba preocupaciones simples y comunes de personas tales como nosotros mismos.
La primera vez que leí el guion estaba pasando por un despecho tremendo y sentía que en medio de esas líneas de miedos de protagonistas comunes se escondía un poco de mi dolor también. Esto nos llevó a la decisión de abordar el desarrollo del vestuario desde el concepto de un vibe vacío. Vacío porque en esos momentos donde el quiebre interno es más grande que cualquier otra cosa dentro de nuestras vidas, igual nos tenemos que vestir, pero nuestra forma de actuar corporal apunta de manera directamente proporcional al vacío interno cuando no se le encuentra mucho sentido a seguir insistiendo a una vida que desesperadamente siempre busca abrirse paso en el dolor.
En las épocas modernas nos vemos inmersos por las redes sociales, los medios de comunicación, la prensa y otros a estar comúnmente en una carrera imaginaria y casi absurda de querer destacar, de que nuestro estilo sea coherente con nuestro trabajo y también con nuestro estatus social. En Sábado Oscuro decidimos hacer una oda a la rutina, a lo común, a lo cotidiano, a lo que se mimetiza, a lo que no es especial. Es como entender que a veces la vida no es más que una sudadera oversize con una mancha de cloro en la manga. Sencilla, aburrida y básica.
Donde no pasa nada, en la rutina de un día más y uno menos por vivir, hacerle una mancha de cloro a tu sudadera favorita se puede sentir como el peor golpe de suerte, tal como darte cuenta de que quizás tu relación no está funcionando como creías y que todo lo que has construido a su alrededor no es más que un fuerte hecho de sábanas en la sala, una ilusión vaga de grandeza efímera.
Nuestro personaje Miguel llega primero a mi mente para poder planear su desarrollo visual. Me gusta que es alguien que no pretende destacar porque ser ese tipo de persona también es cool y está loco por una validación que dice odiar. A Miguel lo describo en la propuesta de vestuario como «Básico, clásico, plisado». Es casi como describir una vitrina de ropa para señores, en la que nunca esperarías ver un bohemio desenfrenado, quizás porque Miguel no es desenfrenado por fuera de sus vastas intenciones románticas. Es que encaja tan bien. Miguel es como una peinilla de nácar, tan especial y aburrido como cualquier otro ser humano.
Por mucho tiempo mientras pensaba en nuestros protagonistas principales, concluí que la complejidad y la simpleza de ambos pertenecía a la de una sola persona, y de manera traviesa los separé estéticamente de una manera de que nuclearmente pudiesen ser uno solo, así la premisa se tratase de que buscaban alejarse por el contraste de ese mismo miedo de ser dos personas comunes que se quieren porque sí.
Nace Isabel entonces como esa contraparte glow up que nos invade a todos en algún momento en el que queremos ser la mejor versión de nosotros mismos. Ella, por el contrario de Miguel, fingió una vida bohemia para ocultar su deseo imperativo de brillar, por esto en la propuesta se le describe como una «narcisista oculta». Amarse en una época donde amarse es la moda puede ser problemático porque hay unas reglas de lo que te puede gustar o no de ti.
Isabel es compleja porque lucha constantemente con mantenerse en la mirada y memoria de los que la rodean y se valida mediante el pensamiento de los demás. Su vestimenta es un trabajo de tiempo completo que ocupa su mente y su esfuerzo más grande es verse sencilla para poder ser parte de círculos que le parecen absurdamente aburridos pero útiles.
El resto del universo se desarrolla sólo para contrastar a nuestros dos personajes principales, quizás como una manera burda de burlarnos de que a veces todo lo demás es sólo paisaje y eso está bien. Que también ser parte del paisaje, un personaje secundario, un fondo contrastante, es válido mientras se coexiste en la realidad de otras personas. Que no todo tiene que ser tan complejo como si de una película se tratase. Que a veces sólo golpearse el meñique del pie también cuenta como un arco de transformación.
Ya para cerrar este pequeño comentario sobre la sencilla vida mía y la de nuestros personajes, comparto por aquí la manera en la que decidimos llevar la continuidad durante el rodaje. Plana, básica y útil como todo dentro de este universo que habitamos durante un largo y oscuro sábado.
«Es viernes otra vez y me desintegro, toda la esperanza se fue con un poco de tu voz, y no tengo nada, yo no tengo nada, porque es el tiempo corazón que desaparece, sólo me hace daño si pienso, sólo creo en ti, pero tu puñal mató mis ganas de ver el sol.» -Viernes otra vez - Superlitio