Hicimos magia
Por David Moncada Varela.
Hoy, después de algunas semanas de haber terminado el rodaje de Sábado Oscuro, no logro sacarme la siguiente idea de la cabeza: hicimos magia. Llevo 12 años improvisando en el teatro y en el salón de clases. En los últimos años mi concepción personal de la palabra improvisar empezó a mutar y complejizarse, a ocupar muchos más escenarios de mi existencia y a mostrarme las infinitas posibilidades creativas de sus herramientas.
He logrado acercarme a lo que considero una definición personal del término y que suelo repetir cuando doy clases: improvisar es dejarse afectar por estímulos externos e internos y reaccionar a ellos de forma honesta y vulnerable con una intención creativa. O mejor, con la disponibilidad a un descubrimiento creativo.
Junto con mi compañía, Improvisual y mi socia Maria Paula Franky, hemos explorado esto a muchos niveles. Y durante todos estos años siempre hubo una inquietud latente que logró tomar forma cuando apareció en mi vida la posibilidad del cine improvisado. Y apareció en la forma de Ruth Caudeli y Marco Vélez Esquivia casi como un golpe simultáneo del destino. En menos de un año me vi envuelto en el rodaje de dos películas en las que, aunque con enfoques diferentes, la improvisación es el eje central.
Ruth, en sólo una sentada y el compartir un café, me introdujo al maravilloso mundo del mumblecore y me hizo ver que la idea de improvisar películas no sólo no era algo nuevo sino muy posible. Con esta charla y lo sucedido por esos días de principios de 2022 fue creándose lo que se convertiría después en La Misma Estación. Si mal no recuerdo, por esas mismas semanas recibí un llamado de Marco invitándome a hacer jazz. Era un llamado a la co creación de una película desde una idea detonante que era, y aún sigue siendo muy personal para él, y que terminaría siendo Sábado Oscuro.
Estos eventos, ahora vistos en retrospectiva, los siento como esos momentos, así como los que les suceden a Miguel e Isabel en la película con sus conversaciones aparentemente mundanas o cotidianas que eventualmente se desarrollan en situaciones cruciales y transformadoras que redireccionan vidas.
Mi vida.
Desde el principio, Sábado Oscuro ha sido una experiencia gratificante que conecta mis inquietudes más personales con mis pulsiones artísticas más vivas. Junto a Ana Isabel Castillo, Alejandro Zapata Munévar, Juliana Ospina Álvarez y Marco, nos sentamos por días a que nuestros universos colisionaran con el fin de que surgiera algo nuevo. Surgieron Miguel, Isabel y sus universos internos personales y externos compartidos. Los cimientos de la película. O en términos de improvisación, la plataforma sobre la cual estaríamos unos meses más adelante jugando.
Dejar estas circunstancias lo más claras posibles y entender al máximo el universo de estos personajes nos permitiría más adelante, poder vivir y entregarnos con un compromiso intenso al momento presente, a la espontaneidad y a lo que sucediera en el encuentro entre estos dos personajes. Y así fue.
Junto a Ana, y copiando metodologías que utiliza Ruth, empezamos a tener encuentros reales entre Isabel y Miguel en diferentes espacios de la ciudad, construimos de forma muy verdadera experiencias en común, elementos significativos y un sinnúmero de detalles que harían única la relación de estos personajes.
El mensaje detrás de esto es que la buena improvisación nace de la preparación, el trabajo y la dedicación detallada. Y esto fue lo que hicieron todas las personas involucradas en esta película: preparar con un nivel tan alto de detalle que nos permitiría a todos y todas llegar al día uno de rodaje y ser libres. Construimos en conjunto, y con la voz de Marco como guía, todas las circunstancias necesarias para hacer del rodaje tierra fértil para que la magia ocurriera. Y desde mi punto de vista, ocurrió.
Este maravilloso espíritu improvisador se adueñó del set. Una necesidad de jugar con profunda entrega y voluntad disciplinada hizo que cada quien, desde su rol, empezara a construir dramaturgia en tiempo presente:
Alejandra Castro generando un universo de estímulos cargados de emoción y significado que llenaron los espacios de mucha verdad;
Manuel Velásquez como un personaje testigo de estas vidas proponiendo activamente como fotografiarlas con verdad;
Alejandro Zapata permitiendo que todo este encuentro fluya de forma efectiva y eficiente;
Juliana Ospina presente en cada momento vivido como si fuera propio, resaltando, recordando y re-escribiendo en presente;
Y como ellos cada persona involucrada haciéndolo todo por generar un espacio seguro y libre donde jugar.
Pero sobre todo, Marco, un director que no está ahí para que hagamos exactamente lo que está en su imaginación, sino para guiarnos desde una visión y permitirnos crear en conjunto. Un director que no sólo se arriesga a fallar constantemente sino que además celebra y llega saltando al set cuando en la toma había sucedido algo que él no se esperaba o que no estaba escrito en ningún lado. Esa es una cualidad propia de los mejores improvisadores: abandonar el control y permitir crear espacio para que las cosas pasen, y pasen de verdad.
Y por último, Ana, que sentí que me ofreció con profunda generosidad el regalo de vivir al 100% cada conversación, mirada, contacto y gesto. Que nos permitimos por esos días vivir tan intensamente estas circunstancias que estos personajes se volvieron eternos en nuestra memoria.
Vivimos un año de creación, unos meses intensos de preparación y 6 increíbles días de rodaje donde dispusimos cuerpos y corazón. Al final la magia si sucedió, e improvisamos una película.