Lo que nunca me imaginé
Por Alejandro Zapata Munévar.
Hace ya unos años atrás trabajando en el sector financiero con una carrera digamos que prometedora, pero sintiéndome un poco desilusionado de depender de jefes tercos o superiores quizás no tan brillantes, pensé en lo maravilloso que sería no depender de este tipo de personas que a la final terminan coartando las capacidades de su grupo de trabajo y terminan haciendo lo que ellos quieren para no perder su empleo.
Siempre he tenido un problema con el hecho que me quieran imponer cosas a través de la autoridad. Esto se lo atribuyo a mi crianza. Es algo que no lograré controlar, pero a la vez creo que no lo quiero hacer. Es por esto que tomé la decisión de hacerme despedir de donde trabajaba en ese momento. Esta decisión no fue comprendida por mi familia y mi círculo de amigos. Ellos no entendían la razón del porqué de mi hacer, pero si soy sincero, creo que yo tampoco.
Efectivamente lo logré. Me despidieron y obtuve mi liquidación. Con este dinero realicé mi primer emprendimiento el cual fue fallido. Luego el segundo que también fue fallido. Lo intenté otras tres veces más. Todas fueron poco fructíferas. Ya sin el dinero de la liquidación y sin ideas o fuerzas para emprender de nuevo, pensé en volver a emplearme. Pero había algo que no me dejaba conciliar con esa idea. Pensar en depender nuevamente de otras personas no me dejó caer en esa tentación y solucionar de esa manera mis problemas.
Por cosas de la vida una persona me habló de la ley de cine. Por mi formación me había parecido un tema muy interesante desde el punto de vista financiero que era como podía verlo y decidí darle una última oportunidad a esto de ser emprendedor e iniciar en este mundo de hacer cine. De esta manera produje mi primera película. Aprendí bastante pero tuve que pagar un gran precio por vivir todas las etapas que se requieren para hacer una película. A veces pienso que hubiese preferido pagar una maestría que haber realizado mi primera película.
Con lo anterior no quiero sonar desagradecido con la oportunidad de hacer mi primera película. Muchos intentan y nunca lo logran. Lo que quiero decir es que aprendí enormemente pero a la vez pude ver y entender la falta de profesionalización que existía en este medio hace ya una década atrás. Al venir del mundo financiero, me costaba entender cómo los que hacían parte de esta industria pretendían vivir de hacer cine. Me costaba entender cómo pensaban que hacer cine es un negocio también. Es el negocio de hacer arte.
Como todo camino del héroe hubo un momento en el que pensé que producir cine sería otro de mis emprendimientos fallidos, pero lo que me hacía seguir adelante es que me gustaba la idea de entretener a la gente o al menos ser una herramienta para que otros lo lograran. Como no tenía ningún entrenamiento previo sobre este nuevo mundo, me inscribí a un diplomado de producción de cine. Para ser sinceros no aprendí mucho durante el diplomado y solo solidificó lo que ya estaba pensando sobre la visión errada que tienen sobre hacer cine. Esta visión sólo consiste en enseñar que la única manera de hacer cine en este país es depender de los estímulos que otorga el Fondo para el Desarrollo Cinematográfico, el cual es una herramienta increíble y vital pero que no es lo suficiente para todos los proyectos existentes.
De este diplomado si hubo algo bueno. Conocí a mi socio y amigo Marco Vélez Esquivia el cual compartía esta incomodidad. Después de muchas horas, muchos días y meses, y de muchas cervezas conversando y dándole vueltas a este problema que se comenzó a ver cómo una oportunidad, decidimos crear nuestra empresa. Esta empresa no haría nada diferente a hacer cine, con un modelo de negocio que no iba a depender de los estímulos del Fondo y buscaríamos la financiación de nuestros proyectos a través de los beneficios tributarios que otorga la ley de cine colombiana.
Al leer esto puede hacer ver el camino recorrido de manera sencilla y fácil, pero puedo asegurar que fue bastante largo y con varias dificultades. Todo esto nos llevó a producir mi octava película llamada Sábado Oscuro. Esta película la siento como un premio que nos merecíamos, una película realizada desde sus inicios con un grupo de personas maravillosas que he conocido en estos años.
Una idea.
Un director.
Una guionista.
Un par de actores talentosos.
Este grupo de personas nos permitieron hacerlo. Una película donde nos tomamos muchas libertades y nos permitió darnos cuenta, que desde que un proyecto se estructure de una manera firme desde el inicio, la probabilidad de fallar se minimiza enormemente. Tengo la firme convicción que el miedo a lanzarse a emprender o hacer una película se controla con una buena planeación. Esta forma de operar siempre nos dará la tranquilidad de seguir adelante, de seguir haciendo nuestros proyectos, de seguir haciendo cine.